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Geografía de un libro

Pienso que los libros cuando salen de la imprenta adquieren vida propia y el lugar que ocupan dice mucho de su suerte. Entre todos los sitios donde un libro puede reposar el mejor de todos, a mi juicio y sin lugar a dudas es la mesita de noche.

Si hubiese un podio para los libros el lugar de privilegio, el más alto, reservado para la medalla de oro, estaría en esa mesita de noche, donde se depositan los libros que nos acompañan en el mismo lugar donde soñamos, junto a la cama, a los que dedicamos los últimos momentos antes de entregarnos a ese sueño. Es además un sitio íntimo donde desde luego que no accede cualquiera.

El sueño, hablando de sueños, de un editor debería ser que sus ejemplares terminen justo ahí: en la mesita de noche de sus lectores, signo de que le han seducido, como un amante. Un lugar por lo general muy reducido donde el espacio escasea y se dejar para objetos que merecen la pena tener a mano.

Esos libros que gozan del éxito que supone estar en una mesita de noche habitan entre el sueño y la vigilia, una zona fronteriza que los vuelve aún más encantadores. Es más, el libro que ocupa tu mesita de noche revela aspectos de tu personalidad y disciplina, tanto como la hora a la que empieza a sonar el despertador con el que seguramente conviven en ese rincón del dormitorio.

Desde ese formidable lugar de privilegio que es la mesita de noche los libros adquieren tanto poder que incluso llegan a interponerse en medio de una pareja cuando comparte la misma cama, sirviendo como excusa para abstraerse y evitar una conversación. Apuesto a que las lecturas de noche han enfriado más de una relación. Matrimonios que están tumbados en una misma cama, bajo las mismas sábanas, cuerpos casi pegados, pero en un espacio relativo a años luz de distancia gracias a sus páginas. Tampoco descarto que otras parejas se sientan más unidas que nunca mientras se dedican a leer en la cama, compartiendo una afición que demuestra su compatibilidad.

En este aspecto la tecnología ha alterado la geografía de los libros, haciendo que estén en todas partes donde se encienda una pantalla, pero perdiendo esa magia del lugar que se capta mejor al sostener entre manos un ejemplar y pasar sus páginas con los dedos una a una.

No estoy en contra de los libros digitales, que consumo con frecuencia y disfruto. Gracias a ellos llevar encima una novela de quinientas páginas es tan liviano como pese el dispositivo electrónico que la va a cargar. La tecnología hace la literatura más ligera pero le quita esa presencia, la geografía en la que los libros desarrollan su vida.

Los libros nos recuerdan el lugar donde los hemos leído o encontrado. Esa librería que nos entretuvo curioseando por sus pasillos, la silenciosa biblioteca que hizo el préstamo, el banco del parque donde alguien lo dejó, por despiste o deliberadamente para compartirlo, y hasta el contenedor de la basura o el triturador de papel donde terminan no pocos proyectos literarios. Un libro, en definitiva, nos teletransporta a ese lugar. No es ciencia-ficción. Es literatura.

 

Por Alicia Cofres,‭ ‬fundadora de Clickteratura

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