Ponerse precio a una misma
Los economistas usan un concepto que habla de la vida misma. El coste de oportunidad. Viene a ser las alternativas y posibilidades a las que renuncias cuando tomas una decisión. En la vida nada es gratis. Por mucho que te apasione escribir o ir al gimnasio el tiempo que dedicas a redactar un capítulo o a correr sobre una cinta es tiempo que podrías haber dedicado a otras actividades que también podrían haberte aportado un beneficio. Eso obliga a valorar los pros y los contras, hacer un cálculo de beneficios, al tomar una decisión, sopesando las alternativas y el coste que tiene las que descartas antes de elegir.
La maravillosa posibilidad de autopublicar que brinda internet te lleva a un momento en el que tienes que tomar una decisión muy importante, el precio de tu libro. La decisión es todo menos fácil. El precio influye en el comportamiento de tu obra en el mercado y elegirlo implica hacer cuentas, unas conscientes, otras no tanto, sobre lo que va a costar el trabajo que has dedicado a escribirlo. Por suerte o por desgracia, valor es una cosa, precio es otra.
Una parte del precio responde a factores por completo materialistas. El coste de la distribución, el papel, en función de su calidad y el formato del ejemplar, el nivel de renta del territorio donde se comercializa. Que conste que mi visión de los libros es bastante materialista. Los considero un artículo como cualquier otro, un contenido que se ofrece para cubrir una necesidad entre los consumidores. No es que sea una capitalista salvaje, ni mucho menos, pero ese es mi punto de vista.
Ahora bien, una parte de ese precio, uno de sus componentes, sí que tiene una base más espiritual, y es el que cifra en euros cuánto cuesta tu esfuerzo y esa porción de ti que has puesto en tu obra. Crudamente, es como ponerse precio a una misma. Entonces al decidirlo entra en juego el ego, para bien y para mal, así como la codicia.
No lo puedes evitar. Haz cuentas y de ese precio que tiene tu libro una parte refleja en qué medida te valoras a ti misma y la percepción que tienes del mercado. Poner el precio justo a un libro implica un ejercicio de honestidad. Valorarse a una misma en su justa medida, sin dejarse llevar por la vanidad ni tampoco por la auto compasión.
Optar por ofrecer el libro gratis lo veo como una inversión en publicidad. Renuncias a recibir ingresos con la esperanza de que el regalarlo atraiga a más lectores y darte a conocer. Entonces vale como estrategia, aunque en ocasiones esa gratuidad obedece a no valorar el esfuerzo que se ha dedicado a escribir y a no valorarse como una debería.
Con todo, estoy convencida de que nadie elige un libro por su precio, por barato que sea. Ya puede ser muy asequible o incluso gratis, que si el libro no agrada la vista ni despierta interés no va a terminar en ninguna mesita de noche ni librería. Es más, un precio bajo hasta llega a ser percibido como un indicio de que la obra carece de calidad. En esto los lectores podemos llegar a ser bastante superficiales, pero no tiene que sorprender esta impresión.
Poner precio a un libro es echar cuentas y calcular cuánto esfuerzo te ha llevado cada una de las páginas que forman el libro. Las horas de tensión ante un monitor o sobre el folio, las vueltas que has dado a la cabeza para componerlo, el conocimiento que antes de publicar has tenido que adquirir para ser capaz de concebir la obra y también se suma ese coste de oportunidad del que hablan los economistas. Las ausencias en tu círculo social, porque no estabas en su compañía mientras escribías, los paseos que no te has dado, las ventanas a las que no te has asomado aunque hiciera un día formidable porque estabas pegada a una pantalla, el videojuego que has dejado de lado para completar un capítulo más, el café que sigue pendiente con quien tiene ganas de volverte a ver.... Alternativas que tenías antes de escribir.
Por eso al elegir un precio se debe sumar todo ese coste, tanto el que refleja tu esfuerzo, como el de oportunidad, por lo que has dejado de hacer mientras escribía. Decidir el precio final forma parte del proceso de publicación y si se mira con perspectiva también del propio libro, ya que influye en su destino. Poner un precio tiene mucho de arte también. No escribo para hacerme rica, ingenua no soy, pero tampoco escribo gratis porque cada letra, palabra, frase, tiene un coste en esfuerzo y en oportunidades perdidas de dedicarse a otra cosa. Escribir tiene un precio.
Por Alicia Cofres, fundadora de Clickteratura