Spam literario
El spam, correo basura, me molesta como a cualquiera, pero cuando se tacha así a anuncios de libros que circulan en las redes sociales, sobre todo por autores autopublicados que intentan de esta forma dar a conocer su obra entre el público, en parte me duele.
He visto a autores con toda la buena intención del mundo recurren a las redes sociales para promocionar sus libros y que han sido duramente criticados. No tengo en cuenta las protestas de usuarios que se rasgan las vestiduras y afean los anuncios que reciben con un cierto afán de notoriedad, aquellos que critican el spam que reciben como excusa para hacerse notar. Una de estas usuarias incluso llegó el extremo de entrar en Amazon y puso críticas negativas al libro que le anunciaban como venganza, un tanto cruel y a mi parecer de mal gusto.
Es cierto que hay anuncios de libros en internet que incurren desde luego en esta conducta de hacer spam y no es por justificarlos, pero llego a entenderlos porque vender un libro, un solo libro, uno nada más, es extraordinariamente difícil, tanto que cuando uno entra al mercado editorial es fácil caer en la desesperación y tomar decisiones equivocadas al promocionarse.
No me canso de repetir que los libros no se venden solos. Un libro es un producto que está en un comercio, que se compra y se vende como cualquier otro artículo y es muy ingenuo pensar que un libro sin promocion va a tener éxito porque basta el amor al arte. Nada más lejos de la realidad. La promoción es imprescindible. Si un escritor tiene una editorial fuerte puede permitirse el lujo de delegar ciertas tareas de esta promoción en ella, pero un autopublicado es como un hombre orquesta que tiene que tocar todos los intrumentos por sí mismo e incluso a la vez y a ser posible sin desafinar.
A mí no se me caen los anillos y las redes sociales, aunque también sirven para comunicarse espontáneamente, son un canal publicitario como lo pueden ser las vallas que rodean un campo de fútbol, un tablón de anuncios de corcho colgado en la pared de un pasillo por el que pasa mucha gente, o el torno de Osborne al borde de una carretera. Son herramientas para vender y los usuarios que las utilizan no pueden indignare por ello porque es uno de sus propósitos. No se puede recriminar a un pescador por usar una caña de pescar para pescar porque es para lo que sirve. Con las redes sociales pasa eso, son canales de publicidad. Tengo una cuenta en Twitter y la empleo para expresarme espontánamente sobre cualquier inquietud o anécdota, pero también la empleo sin complejos para anunciar mis libros porque es una herramienta muy potente de promoción de la que no puedo prescindir.
Admiro el talento de las editoriales que saben vender libros porque vender un libro requiere ante todo talento comercial. El mercado editorial cada vez es más competitivo y complejo y requiere destreza para explotarlo. Los autores que autopublicamos lo sabemos muy bien y reconocemos el inmenso esfuerzo que se esconde detrás de la venta de un ejemplar.
Estas líneas no son para defender el spam, que como digo me irrita como a cualquiera, pero las escribo para desahogar esa desesperación que se puede llegar a sentir cuando se pone a la venta un libro.
El gigante Amazon, que para mí merecería un reconocimiento global por su contribución al desarrollo de la literatura en todo el planeta, ofrece un servicio de promoción para los libros que podría mejorar porque quizá no se ajusta a las particularidades que tiene este producto cultural. Si hay spam literario también es por esta carencia, que exista un auténtico canal de promoción para libros efectivo y rentable. La literatura es cultura, pero también un negocio que necesita más vías para ser rentable. No seré yo quien subestime las posibilidades de un libro para generar dinero porque las tiene y muchas. Hay negocio, claro que sí. A por todas, esa es la mentalidad. A por todas.